“Tal
vez necesito que me aten.
-Tal
vez, sí. Te estás volviendo mandona con la edad –Entorna los ojos pero no puede
esconder el humor latente en su voz” (páginas 445-446 de 50SL)
“Así
que, señora Grey… como me ha pedido, la voy a atar. –Su voz baja hasta
convertirse en un susurro jadeante. El deseo recorre mi cuerpo como un relámpago
solo con oír estas palabras. Oh, mi dulce Cincuenta… ¿en el sofá? –Sube las
rodillas –me pide- y reclínate en el respaldo.
Apoyo
los pies en el borde del sofá y pongo las rodillas delante de mí. Él me coge la
pierna izquierda y me ata el cinturón de uno de los albornoces por encima de la
rodilla.
-¿El
cinturón del albornoz?
-Estoy
improvisando. Vuelve a sonreír, aprieta el nudo corredizo sobre mi rodilla y
ata el otro extremo del cinturón al remate decorativo que hay en una de las
esquinas del sofá; una forma muy eficaz de mantenerme las piernas abiertas-. No
te muevas, me advierte, y repite el proceso con la pierna derecha, atando el
otro cinturón al otro remate.
Oh,
Dios mío… Estoy despatarrada en el sofá,” (página 447 de 50SL)
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