Algunas
anotaciones sobre Cincuenta sombras más
oscuras, la película, que llega dos años después del estreno de la primera
entrega fílmica de la trilogía de E L James. A tanta distancia -de la primera
película y del libro mismo- la relación con los referentes y la idea de
continuidad de la serie se vuelven bastante borrosas, de modo que Cincuenta sombras más oscuras se
visualiza casi como un producto autónomo. Más todavía cuando la dirección ha
cambiado. La primera película la dirigió Sam Taylor-Johnson y esta la firma
James Foley.
En esta película,
el núcleo del relato queda prácticamente reducido a una historia romántica,
bastante plana y previsible, entre el millonario traumatizado y la estudiante
que descubre el amor. Con final absolutamente convencional: pedrusco y ¿quieres
casarte conmigo?
¿Y el BDSM?
Pues tiene un papel puramente secundario. Como de aderezo picante (picante mais non plus) de las escenas de sexo y de los juegos eróticos que se van intercalando con cierta periodicidad a lo largo
de la historia. Escenas de sexo muy esteticistas, envueltas en música ad hoc y acompañadas de parafernalia
BDSM. Ojos vendados, muñequeras, la barra separadora, cachetes en el culo,
manos atadas…
Las escenas
de las bolas chinas y del “quítate las bragas” seguida de una masturbación en
el ascensor son posiblemente lo más caliente de la película.
En cambio, no
aparecen en ella otras escenas descritas en el libro que resultaban bastante sugerentes,
como la del helado de vainilla (aquí reducida a un simple product placement) o la del billar.
Es evidente
que en la película se ha minimizado todo aquello que pudiera dar una imagen mínimamente
cruenta. Ni plug anal, ni molinete Wartenberg, ni mordaza, ni látigo, ni fusta,
ni pinzas para pezones (que sólo se prueban en un dedo) ni siquiera vibradores o cuerdas (a pesar de la
pequeña broma que hacen a propósito de los nudos cuando están navegando en el
barco). Tampoco condones (el famoso "paquetito plateado" del libro)
¿Transmite todo
esto una falsa imagen del BDSM? No lo creo. El BDSM son muchas cosas y seguramente hay muchas parejas que
lo disfrutan así, como un juego erótico a base de parafernalia. Posiblemente
bastantes más de las que lo asumen como un estilo de vida.
Lo que sí que
hay que poner en cuarentena y negar rotundamente es la falsa idea, que se
desprende de la biografía de Christian Grey, que la opción por el BDSM está
directamente relacionada con experiencias traumáticas en la infancia. No existe
ninguna relación demostrada de causa-efecto entre una cosa y otra. Subrayémoslo
una vez más: el gusto por el BDSM no es consecuencia de ningún trauma ni está
asociado a ninguna patología. Esto es lo que en el libro afirma con autoridad el doctor Flynn, que sin embargo no aparece en la película.
Me pareció
ridícula la imagen del dominante con poderes casi hipnóticos que surge cuando
Christian Grey pone de rodillas a Leila, mientras esta le apunta con una
pistola. Le dice “de rodillas” y zas, ella se arrodilla y baja el arma. De
risa.
Me ha quedado
la sensación de que el deseo de asegurar la rentabilidad del producto y su carácter
mainstream han conducido a una simplificación excesiva, poniendo todo el énfasis
en la historia de amor y minimizando las “sombras” y las "oscuridades” de
Christian Grey, que en la película resulta ser mucho menos controlador que en
el libro.
Para colmo, el
actor (Jamie Dornan) no resulta demasiado convincente, que digamos, y la
realización es tremendamente sosa y no trasmite ni emociones ni tensiones. Ni
siquiera cuando apuntan a los protagonistas con una pistola o cuando Grey podría
haber muerto en el accidente del helicóptero. Todo va pasando como si nada.
Detalles
curiosos:
-Es
inevitable pensar que el bofetón a la señora Robinson (Kim Basinger) es un
bofetón a la protagonista de Nueve
semanas y media, como si esta película aspirase a rivalizar con aquella.
-El salón de
belleza de la señora Robinson se llama “Esclava”. No recuerdo si en el libro
esto se especificaba.
La gran
paradoja de Cincuenta sombras de Grey
es que los libros y la película serán recordados durante mucho tiempo como el fenómeno
que situó el BDSM en la órbita mainstream,
aun a pesar de reflejar una imagen bastante parcial del mismo.
Como fenómeno
sociológico, es interesante observar que entre el público que acude a las salas
de cine para ver la película está, por un lado, la gente joven que siente
curiosidad por explorar la sexualidad con una mentalidad bastante abierta, y
por otro lado los grupitos de gente madura, con una educación sexual de otra
época, a la que a menudo se les escapa la risita floja. Decían que este ultimo grupo
era el target de público al que iba
destinada la trilogía de Grey.
WhipMaster
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