Ultima actualización: 01 marzo 2018

Crítica de Cincuenta sombras liberadas, la película: Anastasia Steele, en fuera de juego


Al principio de Cincuenta sombras liberadas (película) se casan. Al final tienen un precioso hijo y un precioso hogar familiar (oh, mil perdones por el spoiler, lo siento si os coge por sorpresa o os quita el sueño). “Los bebés vienen cuando se tiene sexo, y nosotros tenemos mucho”. ¿Y el BDSM? ¿Porque esta historia iba de sadomaso, verdad? Pues en Cincuenta sombras liberadas, la película, el BDSM está en los juegos de cama y de alcoba del matrimonio Grey, como algo completamente integrado, plenamente normalizado, y compartido por ambas partes. Viva el BDSM consensuado. De hecho, esta es ni más ni menos que la conclusión de todo el serial. Porque la película acaba exactamente así. Matrimonio con hijo que disfruta del sexo incorporando a sus juegos cierta parafernalia y algunas fantasías de Dominación/sumisión. Es más, parece que ella ha tomado la iniciativa hasta el punto que él comenta que “domina desde abajo”. “Amo, espero su placer” escribe la esposa al final, incitando a su marido para que la encuentre en la alcoba -el “cuarto rojo”- de rodillas y encorsetada. Y él acude a la incitante llamada de su pícara mujer y la acaricia con la fusta entre sonrisas de complicidad. The end.

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Visto así, es obligatorio aplaudir la apología de un BDSM plenamente normalizado y practicado de forma sana, segura y consensuada que contiene la película de Cincuenta sombras liberadas. Otra cosa diferente es que esta película, como las anteriores, sea un tostón protagonizado por actores que no dan la talla. O que la historia de Grey en su conjunto transmita percepciones equívocas sobre el BDSM. 

En mi opinión, donde más estrepitosamente chirría el invento y donde más criticable resulta es en los malabarismos argumentales que hace la autora de la trilogía de Grey para situar una práctica sexual no convencional como es el BDSM en el núcleo de una historia de “amor” romántico de lo más convencional. Tan convencional como que el estreno de las sucesivas entregas de las películas se ha hecho coincidir, ni más ni menos, con san Valentín, el día de los enamorados. Convencional y además claramente conservadora.

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A lo largo de las entregas anteriores de la serie se va desvelando el sombrío pasado de Christian Grey para justificar que le guste esto del BDSM. Primero es la expresión de su incapacidad para amar, a consecuencia de los traumas de la infancia. Luego, cuando gracias a Anastasia descubre el amor, es un terrible y patológico impulso controlador. Y ella una boba que “por amor” se deja controlar y acosar.  Finalmente, la cosa se “normaliza” ya dentro del matrimonio como un juego consensuado en el que ella, además, parece tomar la iniciativa. Las sombras liberadas. El matrimonio como culminación del amor y lugar perfecto donde expresar las fantasías sexuales. Un mensaje de lo más conservador.

Convencional, conservador y también lleno de equívocos que consolidan la percepción del BDSM como un placer culpable. Por ejemplo, asociando el gusto de Grey por el BDSM a un pasado traumático. O bien estableciendo relación directa entre la personalidad patológicamente controladora de Grey y su rol dominante en el contexto BDSM.

Pero lo más grave de todo es que Anastasia acepta “por amor” el acoso inicial de Grey y que no se establece una separación clara y rotunda entre aquel y el disfrute del BDSM consensuado que aparece al final, en Cincuenta sombras liberadas.

En relación con esta visión equivoca del BDSM me parece muy relevante que la película haya escamoteado por completo la figura del doctor Flynn, el personaje que en el libro aporta una visión ponderada y positiva del BDSM. Una ausencia realmente sensible.

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Es innegable que habrá un antes y un después del fenómeno Grey. Con él y todo lo que le acompaña (sus numerosos reflejos en el mundo de la moda y de la cultura pop, algunos de los cuales hemos tratado de registrar en este blog) el BDSM ha entrado de lleno en el mainstream sin dejar de estar connotado como un placer culpable.

La crítica seguirá insistiendo en lo malas que son las películas estas y lo mal perfilados que están los personajes, ya en origen, en los libros de E.L. James. Parejas jóvenes y maduritas (el target de público al que principalmente iba dirigida la saga) habrán encontrado nuevos estímulos para desarrollar sus fantasías sexuales, mientras que la industria habrá aumentado significativamente las ventas de parafernalia ad hoc.

Desde el punto de vista BDSM, la comparación entre Anastasia Steele y otras heroínas del BDSM de ficción pone claramente de manifiesto su dimensión. Frente a grandes heroínas de ficción como la dulce Gwendoline de John Willie, la O de Pauline Réage o la Valentina de Guido Crepax, todas ellas mujeres liberadas y de carácter fuerte, esta Anastasia Steele no da la talla de una heroína valiente. Además, el movimiento Me Too que se ha puesto en marcha poco antes del estreno de Cincuenta sombras liberadas la deja completamente fuera de juego. Anastasia Steele no es capaz de rebelarse frente al acoso inicial de Christian Grey. Lo dicho: convencional, conservadora y equívoca. Y todo por culpa del dichoso “amor”.
WM