En esta entrada vamos
a comentar una novela de Segimon Pey Ordeix titulada Sor Sicalipsis, editada por primera vez en 1924 (durante la
Dictadura) y reeditada en 1931 (durante la República). A pesar de lo que el
título puede sugerir y de lo que se repite a menudo, no es una novela erótica
si no un buen ejemplo de literatura anticlerical, especialmente dirigida contra
los jesuitas. Su autor, S. Pey Ordeix, un sacerdote integrista que luego se
secularizó, es bien conocido por esta faceta.
Sor Sicalipsis nos interesa porque fue perseguida por la censura
al igual que algunas grandes obras de la literatura erótica como Gamiani de Alfred de Musset. Dedicaré
otra entrada de este blog a dar más detalles sobre esto.
Al principio de la segunda
edición de Sor Sicalipisis
encontramos el texto de la denuncia que el autor, S. Pey Ordeix, presentó ante
los juzgados poco después de la proclamación de la Segunda Republica. La
denuncia era contra las personas que en 1924, durante la Dictadura de Primo de
Rivera, se incautaron y destruyeron todos los ejemplares de la primera edición
de esta novela tachándola de pornográfica.
En el mismo escrito
de denúncia S. Pey Ordeix declara que “dicha novela tiene por objeto descubrir
y atajar las inmoralidades que, con ficciones de mística, se ejecutan en la
captación de vocaciones para el claustro” (p. 6) añadiendo que “su finalidad
era absolutamente antipornográfica” (p. 6)
Ciertamente, Sor
Sicalipsis no presenta contenidos eróticos o pornográficos remarcables (en lo
relativo al sexo no va más allá de cualquier novela rosa), pero su radical
anticlericalismo y lo escandaloso de las prácticas y artimañas eclesiásticas que denuncia hizo que para la mentalidad
conservadora de la época pareciera tan condenable, o más, que una obra
explícitamente pornográfica.
En la portada de la
segunda edición se ve a los dos protagonistas, un cura y una mujer, Sical e
Ipsis, muy juntitos, como una pareja de artistas del Hollywood de la época.
La trama de Sor Sicalipsis se desarrolla como sigue:
El Padre Sical,
jesuita, es el confesor de una fiel devota, una muchacha muy joven llamada
Ipsis (Sical + Ipsis). Sical se siente atraído por ella y antes de sucumbir a
la tentación, solicita su traslado a la autoridad eclesiástica.
Atendiendo esta petición,
Sical es destinado a una ermita, donde vivirá en soledad. Sin embargo, no deja
de cartearse con Ipsis. Esta le manifiesta que se siente agobiada por sus
padres y Sical se propone apartarla de ellos, convenciéndola de que la mejor manera
de librarse de la tutela paterna es metiéndose a monja. Así, Sical toma “como
objetivo inmediato de su misión religiosa, el transporte de Ipsis al convento,
donde se viese libre del rival más temible, que eran los padres... el religioso
consideró a los padres posibles detentadores y tiranos de la hija tan pronto
como se opusieron a la libertad de su dirección” (espiritual) (p. 68)
Como Ipsis aún es
menor de edad, el plan para alejarla de los padres pasa por ofrecerle un
convento situado muy lejos de su casa, a ser posible en el extranjero. Y al mismo
tiempo hacer creer a los padres que la muchacha se había fugado con un novio.
Así “la fuga de Ipsis sería imputada al seductor. Se la buscaría en todas
partes menos en los conventos” (p. 70).
Sical se sale con
la suya. Ipsis no tarda en abandonar la casa paterna y todas las sospechas
recaen en un pobre pretendiente que tenía, llamado Eugenio. Mientras tanto, el
cura ya se ha llevado a su fiel devota a Jerusalén, a “peregrinar” por los
santos lugares.
Y de Jerusalén a
Roma, donde “a Ipsis se le ordenaba ingresar en el Noviciado de Roma” (p. 150).
Entonces Ipsis escribe a sus padres contándoles la verdad de su fuga,
exculpando a Eugenio y convenciéndoles de su vocación religiosa. Los padres no
sólo la creen si no que se trasladan a Roma y entregan a la Iglesia toda su
fortuna, que no era poca. A cambio, el Papa les otorga el título de Barones de
Felarga (p. 162).
Ipsis profesa como monja
en una solemne ceremonia e ingresa en el convento, donde no tarda en sentirse
triste, sola e incomoda, echando de menos a su amado Padre Sical. Incluso, un
retraso le hace temer que ha quedado embarazada durante la “peregrinación”.
Falsa alarma. Pero tan sola e incómoda se siente Ipsis en el convento que vuelve
a escribir al Padre Sical, diciéndole lo mucho que le echa de menos (p. 200 y
siguientes)
Esta carta de Ipsis
es interceptada y leída por la madre superiora y el asunto pasa a estar en boca
de todos, convirtiéndose en un grave escándalo: “El run-run levantado en la
casa de Sor Sicalipsis… salió a las devotas y a los Padres, invadió los varios
conventos de la orden en forma de consultas, informaciones y otras artes de la
difamación piadosa a punto de formarse bandos de ataque y persecución.
Vanamente trataban de contener la ola algunos Padres graves…” (p. 227)
El desenlace: la
pareja es alejada de Roma y enviada a las misiones, en la India, donde al fin
podrán estar juntos.
Referencia del
libro:
Segimon Pey Ordeix:
Sor Sicalipsis. Barcelona: Maucci,
1931 (Segunda edición)
Apunte final: en su
planteamiento anticlerical Sor Sicalipsis
tiene ciertos puntos de contacto con una obra de Benito Perez Galdós, Electra, estrenada en 1901 e inspirada
en un caso real.
WhipMaster
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