Reseña de esta
novela, supuestamente una novela erótica, publicada hacia 1930. Su referencia:
Severo MORALES: La voluptuosidad descarriada. Madrid:
Prensa Moderna, s.d. [Colección La novela pasional, 51]. Ilustraciones de J.B.
Izquierdo Durán
Comienza La voluptuosidad descarriada con un
“envío” del autor en defensa del “fondo moral” de este relato erótico, “más
estimable que en cualquier novelita blanca de esas”, dice. Un ejemplo más de
las coartadas moralizantes tras las que se escudan tantos autores españoles de
literatura erótica y que tanto diluyen el potencial erótico de muchas historias. Como esta, sin ir más lejos. La conciencia de
pecado y el sentimiento de culpa ante la sexualidad constituyen una losa
demasiado pesada para gran parte de la literatura erótica española.
El protagonista de La voluptuosidad descarriada es Julio,
un joven de veinte años, estudiante de odontología, que se enamora de la guapa
Eloisa, una chica de apenas diecisiete años. Ambos experimentan
el placer erótico por primera vez. Besos y caricias que inflaman su deseo de
saber qué hay más allá del beso (p. 17). Venciendo los
temores derivados de “todas las reglas humanas de moralidad y rectitud” (p. 21)
la pareja se adentra en la búsqueda del placer, aunque no llegan a follar: “¡La
voluptuosidad descarriada! Una vez más, acuciados por las trabas y los
convencionalismos sociales, dos seres humanos, ultraciviilizados, se adentraban
en el tortuoso sendero lleno de ansiedades y locas lascivias.” (p. 22)
Eloísa tiene una
amiga llamada Encarnación a la que confiesa los secretos de su relación con
Julio, mientras ella le habla de su relación con un hombre llamado Cristóbal.
Hablando del tema “el espectro de la voluptuosidad se alzó, incitador y
temerario. En un mismo impulso, inconsciente y sin rumbo, las dos muchachas
juntaron sus bocas. Fue el suyo un beso de ansia, de deseo, de una sed que las
atormentadas no supieron saciar.” (p. 35)
Encarnación, la amiga, organiza un encuentro entre Julio y Eloísa, para que ambos puedan estar a solas
en su casa. Pero a la hora de la verdad Julio teme la “erótica aventura” y la cosa queda en besos, caricias y
en el triunfo de “la vituperable voluptuosidad descarriada” (p. 44). No se si
con esto el autor quiere dar a entender que hubo sexo oral, es posible, pero
una vez más todo queda en una insinuación velada y equívoca.
Julio acaba sus
estudios de odontología y finalmente se casa con Eloisa. Llega la hora, según
las convenciones sociales, de “consumar el matrimonio”, o sea, de follar por
primera vez. Pero la pareja no encuentra en ello el placer glorioso que
esperaba encontrar y se desilusiona rápidamente. Además, Julio rechaza ahora
cualquier tipo de juego “descarriado” porque “no ha de ser nuestro lecho
nupcial lecho de prostíbulo”· (p. 50)
Así que Eloísa
prosigue su búsqueda del placer con un amante, Pepe León, y la complicidad de
su amiga Encarnación. Julio no tarda en sospecharlo y acaba encontrando a los
dos amantes en la cama: “Por encima del tremendo escarnio, del formidable
mazazo, había una verdad incontrovertible, y era que Julio contemplaba su
propia obra. Él había hecho a aquella mujer así; él descarriara a la inocente
ovejita que ahora veía despeñarse en el fango más inmundo, como sus propias
manos hubiesen sido las que la empujaran. Y no quiso vengarse ¿Para qué? De
matar, debería comenzar por él mismo“ (p. 61)
Moraleja: Julio asume
su culpabilidad y acepta mansamente el castigo que se ha ganado por haber
“descarriado” a Eloísa antes de consumar el matrimonio, apartándola del “recto
camino del amor”. Terrible y durísima conclusión –más aún cuando esto pretende ser
una novela erótica- pero digna de un autor llamado “Severo” y “Morales”, ni más
ni menos.
WhipMaster
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