Estos últimos días se ha
comentado bastante en los medios la exposición Esplendor y miseria. Imágenes de la prostitución 1850-1910 que se celebra en el Museo de Orsay de París, hasta el próximo mes de enero.
Me consta que el contenido de la
exposición incluye referencias a las prácticas sadomasoquistas, las cuales formaban
parte de la oferta habitual de los principales burdeles de París.
Toulouse Lautrec: Au Moulin Rouge
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Sin embargo, aún no tengo información
detallada sobre cómo se aborda el tema en la exposición. Espero poderlo
comentar próximamente.
Mientras tanto, y a propósito del
sadomasoquismo en los burdeles de París hacia 1900, me parece oportuno recordar
la información que aporta un libro que ya presenté en este blog: La corruption fin de siècle, de Léo Taxil (1894)
Según Léo Taxil (seudónimo de Gabriel Antoine Jogand Pagés) la más
demandada entre las prácticas sadomasoquistas era, sin duda alguna, la flagelación
erótica. “No existe ningún lupanar que no tenga fustas especiales o látigos
para esta flagelación” dice el autor, añadiendo que a algunas personas les gusta
ser azotadas hasta la primera sangre.
Los servicios de flagelación estaban
a cargo de reputadas Maîtresses como Valtesse de la Bigne, la más famosa de las cortesanas de su época, de la que se decía que manejaba el látigo y las cadenas con elegante perversidad.
Otra famosa Maîtresse de aquella época era Douchka,
que reinó en Le Chabanais, uno de los más legendarios prostíbulos de Paris.
Gustav Adolf Mossa: Ella
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Además de referirse a la
flagelación erótica, Léo Taxil dice que hay personas a las que les gusta
meterse en corsés llenos de pinchos o que les claven largas agujas de plata
bajo la piel del escroto. Añade que también hay quien pide que alguna mujer
experta le haga ligeras incisiones en la piel con una navaja.
Una práctica curiosa descrita por Taxil en tono
jocoso consiste en la aplicación de una tortilla recién frita en la barriga o
en la parte baja de la espalda del hombre sumiso.
También menciona las prácticas escatológicas y los
juegos de agua, “más frecuentes de lo que podría imaginarse”. Con esta
finalidad se utilizaban unos taburetes de vidrio especiales: el hombre se tumbaba
en el suelo, boca arriba, el taburete se colocaba encima de su cabeza, la chica
se sentaba en él y efectuaba su servicio de forma que el cliente podía
apreciarlo con todo lujo de detalles.
Jean Lois Forain: El cliente
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Todavía más: según Léo Taxil había personas que se
excitaban con masajes por todo el cuerpo (concretamente con masajes realizados
con la yema de los dedos, como los llamados “de patas de araña”) o bien a base
de lametones, especialmente entre los dedos de los pies.
Atestigua asimismo que algunos hombres se hacían
colgar verticalmente mediante cuerdas pasadas por las axilas o se exponían a la
dómina apoyándose en un potro o caballete.
Léo Taxil no olvida las prácticas de humillación,
como ponerse a cuatro patas como un perro y ser tratado como tal por las chicas
del prostíbulo. En la misma línea alude a la existencia de clientes que
deseaban ser humillados, vejados e insultados tan sólo traspasar el umbral del
burdel.
Una parte significativa de los contenidos de este libro de Léo Taxil fue anticipada por el propio autor en otro libro suyo titulado La prostitucion en París, que también he comentado en este blog.
Una parte significativa de los contenidos de este libro de Léo Taxil fue anticipada por el propio autor en otro libro suyo titulado La prostitucion en París, que también he comentado en este blog.
WhipMaster
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